Mientras en el mundo se prohíbe el uso de paraquat y glifosato, por su alta toxicidad y riesgo cancerígeno, en México se emplean indiscriminadamente para erradicar plantíos de marihuana y amapola, y en siembra tradicional y de transgénicos para aniquilar maleza. Por ejemplo, en el sexenio de Peña, la Secretaría de la Defensa lanzó, vía aérea, 132 mil litros de paraquat en cuatro estados de la república mexicana.
Aseguró que el paraquat ha sido rociado en plantaciones ilícitas detectadas en cuatro estados del país: Guerrero, Sinaloa, Durango y Michoacán. En el sexenio de Enrique Peña Nieto, la superficie afectada por estas labores sumó 22 mil 786.1 hectáreas, y en total fueron fumigados 80 mil 809 sembradíos de amapola y 23 mil 847 de marihuana.
Entre las afectaciones relacionadas con su uso destacan los daños pulmonares, envenenamiento por ingesta con una probabilidad de muerte del 40 por ciento, e incluso estudios realizados por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud de Estados Unidos lo vinculan con la enfermedad de Parkinson.
La SEDENA, sin embargo, no es la única que emplea el herbicida: en México, la Secretaría de Agricultura emite recomendaciones al sector para que campesinos y jornaleros lo utilicen, al igual que el glifosato, de manera cotidiana en las siembras. Ese último plaguicida también es considerado tóxico por la OMS y se le relaciona con diversos tipos de cáncer y otras enfermedades terminales.
Estudios científicos han documentado contaminación por glifosato en agua embotellada, agua potable, cervezas y hasta tortillas. Los análisis alertan al país acerca del uso indiscriminado de este tipo de herbicidas, que vulnera los derechos humanos a la salud, al agua, al medio ambiente sano y a la alimentación.
Su efectividad en el control de malezas en diversos cultivos ha posicionado al glifosato como el herbicida más vendido en el mundo. A pesar de que la Agencia para la Investigación contra el Cáncer (de la OMS) lo cataloga como “probablemente cancerígeno en humanos” desde 2015, sólo 17 países lo han prohibido o regulado y México no es uno de éstos.
Peor aún, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) lo tiene catalogado apenas como ligeramente tóxico, que es categoría IV y etiqueta azul. “La OMS propone que sea II A, o sea que de cuatro debe pasar a III y luego a II, eso [la clasificación] es muy peligroso”, explica la maestra Ana de Ita, directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano.
Los diferentes plaguicidas, entre ellos el paraquat y el glifosato, llegan al medio ambiente de tres diferentes formas, explica el doctor Jaime Rendón: primero, el producto por sus características fisicoquímicas se queda en el suelo; segundo, el plaguicida se filtra al agua a través de las lluvias o las épocas de humedad; y por último, se volatiliza, lo que sería mucho más grave porque podría llegar al agua, al aire y al suelo.
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